Cuento ganador en la categoría juvenil del I Concurso de relato corto de OAN International
Acabo de llegar a casa después de haber estado jugando con mis amigos.
Estoy especialmente contento ya que hoy mi padre ha encontrado un charco y por fin podremos tener algo de beber. Mientras mi madre prepara los granos de arroz para comer, me voy a mi cuarto. Al subirme a la cama veo que a mi lado está Armstrong y que estamos pasando por una enorme lluvia de meteoritos. Estamos en un momento crítico ya que una de esas enormes rocas ha golpeado en un alerón y los controles no paran de fallar. Mi compañero me deja a cargo de los mandos mientras el va a arreglar el problema técnico. La verdad, estoy algo nervioso ya que nunca había pilotado sin copiloto.
-¡Aguanta comandante, creo que ya he visto el problema!
-¡Lo intento!- respondo algo agobiado- ¡Pero es complicado esquivar tanta roca!
-¡No te preocupes, ya estoy casi acabando!
Me puse histérico al ver que un asteroide venía directo hacia nosotros, era demasiado grande para esquivarlo, pero con tranquilidad decidí intentarlo. Cogí los mandos bien fuerte y giré la nave en picado hacia abajo, al minuto la enderecé y con suerte habíamos conseguido quitarnos de encima ese gigantesco obstáculo.
-¡Jack, a comer!- dijo mi madre desde la entrada de mi cuarto.
Bajé corriendo de la cama y me fui a comer con mi familia. Al ver los cuencos con agua y las hojas de árbol con el arroz me emocioné mucho, ¡eso parecía un banquete de reyes! Después de haber comido quería seguir jugando en la cama pero unos amigos vinieron para ver si quería jugar con ellos.
Ya en el campo, nos montamos en las jirafas que los voluntarios que venían a ayudarnos, domesticaban. Empezamos a hacer carreras con ellas. Miré a mi derecha y vi a mi amigo Rodri que iba por detrás y a mi izquierda estaba Fernando Alonso con su Ferrari que intentaba adelantarme, yo apreté más a fondo el acelerador y conseguí ganarle un poco de ventaja, pero de repente vi a un león en mitad del circuito. Al principio me entró miedo ya que los leones eran peligrosos, pero me armé de coraje y apreté el botón con la opción de saltar. Conseguí esquivar al león igual que con el meteorito, hoy era mi día de racha. Gracias a ese salto conseguí ganar la carrera, Rodri quedó 2º y Fernando 3º. Había sido una carrera genial, pero los “coches” necesitaban descansar, y encima ya era hora de irse a dormir.
Cuando llegué a mi casa le di 15 besos a mi madre de buenas noches y otros 15 a mi padre, los quería demasiado y encima no sabía cómo agradecerles todo lo que habían hecho por mí.
Ya en mi cama me di cuenta de que no podía dormir, no sabía porque pero me resultaba imposible. Me giré ya que el trozo de tela que hacía de pared me aburría y vi en el suelo unas piedrecitas pequeñas, las cogí todas y las puse una detrás de otra formando una fila. Empecé a jugar con mi tren chu-chu, y la verdad es que fue muy divertido, los vaqueros que atacaron el tren se llevaron todo el oro de los pasajeros y se lo escondieron en su cueva secreta. El sheriff de la ciudad decidió ir a por los ladrones pero no encontró la cueva, estuvo buscando tres días y tres noches y no encontró nada. Al final un héroe aparecido del oeste con un caballo blanco les encontró y repartió todo el oro robado a los niños pobres de África que no tenían nada. Ese supuesto héroe se llamaba Jack, yo sería ese héroe el que daría a los pobres una vida mejor, pero primero tenía que conseguir la mía, empezando por dar a conocer la magia que tienen las cosas, simplemente con usar un poquito la imaginación.
Silvia Cervera García de Blanes
Estoy especialmente contento ya que hoy mi padre ha encontrado un charco y por fin podremos tener algo de beber. Mientras mi madre prepara los granos de arroz para comer, me voy a mi cuarto. Al subirme a la cama veo que a mi lado está Armstrong y que estamos pasando por una enorme lluvia de meteoritos. Estamos en un momento crítico ya que una de esas enormes rocas ha golpeado en un alerón y los controles no paran de fallar. Mi compañero me deja a cargo de los mandos mientras el va a arreglar el problema técnico. La verdad, estoy algo nervioso ya que nunca había pilotado sin copiloto.
-¡Aguanta comandante, creo que ya he visto el problema!
-¡Lo intento!- respondo algo agobiado- ¡Pero es complicado esquivar tanta roca!
-¡No te preocupes, ya estoy casi acabando!
Me puse histérico al ver que un asteroide venía directo hacia nosotros, era demasiado grande para esquivarlo, pero con tranquilidad decidí intentarlo. Cogí los mandos bien fuerte y giré la nave en picado hacia abajo, al minuto la enderecé y con suerte habíamos conseguido quitarnos de encima ese gigantesco obstáculo.
-¡Jack, a comer!- dijo mi madre desde la entrada de mi cuarto.
Bajé corriendo de la cama y me fui a comer con mi familia. Al ver los cuencos con agua y las hojas de árbol con el arroz me emocioné mucho, ¡eso parecía un banquete de reyes! Después de haber comido quería seguir jugando en la cama pero unos amigos vinieron para ver si quería jugar con ellos.
Ya en el campo, nos montamos en las jirafas que los voluntarios que venían a ayudarnos, domesticaban. Empezamos a hacer carreras con ellas. Miré a mi derecha y vi a mi amigo Rodri que iba por detrás y a mi izquierda estaba Fernando Alonso con su Ferrari que intentaba adelantarme, yo apreté más a fondo el acelerador y conseguí ganarle un poco de ventaja, pero de repente vi a un león en mitad del circuito. Al principio me entró miedo ya que los leones eran peligrosos, pero me armé de coraje y apreté el botón con la opción de saltar. Conseguí esquivar al león igual que con el meteorito, hoy era mi día de racha. Gracias a ese salto conseguí ganar la carrera, Rodri quedó 2º y Fernando 3º. Había sido una carrera genial, pero los “coches” necesitaban descansar, y encima ya era hora de irse a dormir.
Cuando llegué a mi casa le di 15 besos a mi madre de buenas noches y otros 15 a mi padre, los quería demasiado y encima no sabía cómo agradecerles todo lo que habían hecho por mí.
Ya en mi cama me di cuenta de que no podía dormir, no sabía porque pero me resultaba imposible. Me giré ya que el trozo de tela que hacía de pared me aburría y vi en el suelo unas piedrecitas pequeñas, las cogí todas y las puse una detrás de otra formando una fila. Empecé a jugar con mi tren chu-chu, y la verdad es que fue muy divertido, los vaqueros que atacaron el tren se llevaron todo el oro de los pasajeros y se lo escondieron en su cueva secreta. El sheriff de la ciudad decidió ir a por los ladrones pero no encontró la cueva, estuvo buscando tres días y tres noches y no encontró nada. Al final un héroe aparecido del oeste con un caballo blanco les encontró y repartió todo el oro robado a los niños pobres de África que no tenían nada. Ese supuesto héroe se llamaba Jack, yo sería ese héroe el que daría a los pobres una vida mejor, pero primero tenía que conseguir la mía, empezando por dar a conocer la magia que tienen las cosas, simplemente con usar un poquito la imaginación.
Silvia Cervera García de Blanes