Imaginar un oasis en el desierto, un rayito de ilusión o un brote de esperanza que logre guiar un corazón, nos puede hacer pensar. Algo así pero en Benín, es Foyer Don Bosco, un centro salesiano cuya finalidad es dar un refugio y una oportunidad de reinserción en la sociedad a niños en una crítica situación de exclusión social. Una situación, que apremia revalorizar, en un país donde abandonar a un hijo o venderlo por unos escasos 30€ (20.000 FCFA), está a la orden del día. Es en este centro donde pasé mi verano 2015 y es a la experiencia vivida en Benín, y que brevemente me dispongo a contar, a quien debo culpar de haber cambiado mi manera de entender el mundo y por ende, de entender la vida. Son niños necesitados de ayuda, pero que lo que más agradecen finalmente es alguien que les escuche, les abrace y en quien puedan confiar. Algunas veces como profesor, otras con juegos y actividades o incluso como pseudo-spicólogo, me dispongo (aun siendo consciente de mis grandes limitaciones) a ayudarles y me introduzco de lleno en el proyecto salesiano. Entre todo esto, regreso a la Barraca. Nuevamente buscarán un hueco para venir, para reír y para sacar el mayor partido a la oportunidad que tienen de aprender. Todos los juegos les agradan, te agradecen cualquier detalle. Quieren que les enseñes y no dudan en mostrarte ilusionados todo lo que ya saben, sin saber que realmente… eres tú el que estás aprendiendo de todos ellos. Al fin y al cabo, cada uno de estos niños, ve en la barraca un pequeño aula donde (a pesar de estar inserta en medio de su lugar de trabajo) por unas horas pueden volver a ser niños. Y sí… es duro tener que decir que, en esos momentos, los que vuelven a ser niños son solo personitas de entre 10 y 16 años.
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