Nunca podremos olvidar nuestros días aquí

Hoy ha sido probablemente el mejor de todos los días que he pasado aquí. Nos hemos levantado, hemos desayunado y Mateo nos ha llevado en coche al hospital. Álvaro y yo nos hemos dirigido a pediatría, donde el doctor Yabi acababa de empezar las urgencias.

Como ya llevamos tiempo en el hospital cada vez nos hacen más partícipes y cada vez nos sentimos más útiles. Hoy por ejemplo hemos ido poco a poco acelerando el trabajo dándole al doctor los guantes o el alcohol, después abriéndole sondas estériles o echando lubricante en ellas y finalmente ya no nos lo podíamos creer cuando nos ha dejado ¡hacer test de malaria! Sin embargo, no ha sido tan emocionante ver que todos los tests daban positivos, no debemos olvidarnos de lo verdaderamente importante, y que a pesar de ver cosas alucinantes como picaduras de serpientes o punciones lumbares detrás de todas estas patologías y pruebas hay personas que sufren y que se merecen nuestro respeto y empatía.

Después devolver al hotel y comer hemos ido de nuevo Álvaro y yo al centro de salud d´Anour. Una vez allí ha empezado a llover como llueve aquí, de una forma torrencial y durante casi dos horas en las que nadie ha ido al centro de salud, ni siquiera estaba el personal que había ido a rezar a la mezquita y con la lluvia no había podido volver. Cuando ha parado de llover, el centro ha vuelto a la normalidad y justo cuando nos íbamos a ir porque empezaba a anochecer... ¡Yima nos ha dicho que había un parto! Al principio pensábamos que habíamos oído mal porque como estamos bastante ilusionados con ver partos solemos escuchar parto en cualquier circunstancia y siempre nos ilusionamos así que nos limitamos a seguirle tranquilamente sabiendo que podíamos encontrarnos cualquier cosa. Nos metimos en una sala en la que había dos enfermeras, una camilla y una mujer casi dando a luz.¡No podíamos creérnoslo! ¡Íbamos a ver nuestro primer parto, en Benín y con Yima encima!

Los voluntarios Natalia y Álvaro en el hospital de Nikki

A los cinco minutos de entrar o algo así algo comenzaba a salir de la vagina. Parecía muy pequeño por lo que pensamos que era un pie, sin embargo, a medida que los segundos pasaban cada vez lo que salía parecía más grande hasta el punto de que Yima tuvo que cortar parte del orificio para agrandarlo un poco. En ese preciso instante, de repente,con el siguiente empujón, milagrosamente una cabeza apareció,con el siguiente empujón apareció el cuerpo y con el último salió el bebé entero.

Simplemente lo que sentí en ese momento es díficil de describir con palabras. Sentí que ese momento marcaba un antes y un después de mi vida y que tras eso yo no iba a volver a ser la misma persona. Viendo a un niño nacer te das cuenta de que lo único y verdaderamente importante es la vida y que frente a eso todos los problemas que nos preocupan o atormentan carecen de sentido. Ver la vida empezar,oír el primer aliento y sentir la mirada que ve por primera vez ha sido lo más increíble de mi vida.

Al salir, pletóricos, nos hemos encontrado con la abuela de la niña que acababa de nacer que nos ha dado su más sincero y humano agradecimiento mediante un abrazo. Ha sido sencillamente increíble.

Hemos vuelto al hotel, cenado, compartido experiencias, tenido reuniones de los distintos comités y el día ha llegado a su fin. Nunca podremos olvidar nuestros días aquí.

Natalia Pardeiro Salvador