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Una mañana con los niños, una mañana en Ouando Marché

11/19/2015

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Imaginar un oasis en el desierto, un rayito de ilusión o un brote de esperanza que logre guiar un corazón, nos puede hacer pensar. Algo así pero en Benín, es Foyer Don Bosco, un centro salesiano cuya finalidad es dar un refugio y una oportunidad de reinserción en la sociedad a niños en una crítica situación de exclusión social. Una situación, que apremia revalorizar, en un país donde abandonar a un hijo o venderlo por unos escasos 30€ (20.000 FCFA), está a la orden del día. Es en este centro donde pasé mi verano 2015 y es a la experiencia vivida en Benín, y que brevemente me dispongo a contar, a quien debo culpar de haber cambiado mi manera de entender el mundo y por ende, de entender la vida.

Envuelto en un ilusionante proyecto de optimización de productividad agrícola y ganadera, junto a mi compañera Silvia Martín, comienza mi relato de un duradero pero escaso periodo de tiempo. ¿Mi objetivo? Un Estudio de Mercado para la ONG universitaria OAN International y, aunque centré todo mi esfuerzo en hacerlo y presenté un buen e interesante proyecto final, no será éste el protagonista de mi relato, pues quiero dedicarlo a unos héroes bajitos que son realmente el alma de Benín.

El Proyecto de Optimización y el Estudio de Mercado, ayudarían a mejorar la rentabilidad de la Ferme Valdocco (Granja de Foyer Don Bosco), OAN International lo había preparado con ilusión y durante nuestra estancia en Benín, Silvia y yo (cada uno en nuestras respectivas áreas) lo dimos todo para obtener el mejor resultado posible. No hay mercado en Benín del que yo no tomase datos, ni existía en estos variedad de tomate, cerdo o pollo (por citar algunos ejemplos) que escapara a mi atención. De igual modo, Silvia entregó todo su potencial a estudiar los pros y contras agrícola-ganaderos de la explotación salesiana. El proyecto era ilusionante, pero, a mi entender, había mucho más que hacer y mucho más que dar… permanecer indiferente ante la realidad beninesa no quería que fuera mi intención. Es aquí cuando brota mi ilusión en un proyecto de ayuda social enfocado en “los niños de la calle”. Niños que día a día se despiertan con no otro objetivo que el de sobrevivir y que con la calle como compañera se disponen a buscar, desde primera hora de la mañana, los 100 FCFA (25 céntimos al cambio, aproximadamente) que necesitan ese día para poder comer.
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Rafa con algunos de los chicos Foyer Don Bosco

Son niños necesitados de ayuda, pero que lo que más agradecen finalmente es alguien que les escuche, les abrace y en quien puedan confiar. Algunas veces como profesor, otras con juegos y actividades o incluso como pseudo-spicólogo, me dispongo (aun siendo consciente de mis grandes limitaciones) a ayudarles y me introduzco de lleno en el proyecto salesiano.
Ya todo es distinto. Mismo lugar, país y proyecto, pero una nueva motivación y un nuevo porqué de ilusión para el que sería mi día a día. Levantarte cada mañana, es una nueva experiencia y un nuevo guión en tu vida; un “¡Rafa sé fuerte!”, un “¡Vamos allá!”. Las sonrisas que te esperan de los niños tutelados por Foyer Don Bosco te hacen entender que hoy también lo tienes que dar todo por ellos, por ellos y por los que aún continúan viviendo en la calle. Hablamos y nos gastamos algunas bromillas, jugamos un poco y me cuentan ilusionados qué van a hacer hoy, al tiempo que me preguntan de todo un poco, pero al mismo tiempo de nada en concreto. No dejan de ser niños y como niños que son portan por bandera una sana curiosidad y una inocente picaresca. Llega la hora de irse. Los niños de Don Bosco (nombre con el que cariñosamente llamaba a los niños tutelados por el proyecto Foyer Don Bosco) tienen clase y yo me dirijo a Ouando Marché, mercado por excelencia de Porto-Novo (capital de Benín) y lugar en el que viven y se ganan la vida los niños que protagonizan este relato.​Al llegar al mercado y empezar a andar entre laberintos de chozas en los que se vende prácticamente de todo, empiezas a escuchar tu nombre. No sabes quién te llama, no sabes de dónde han salido las voces, aún no los has visto. Pero  ellos ya saben que has llegado y, como cada día, vienen alegres a buscarte, son los niños de la calle. Niños a los que hasta ahora nos les ha ayudado la suerte, pero que se levantan todas las mañanas dispuestos a disfrutar cada momento y a poner un color verde esperanza a cada segundo de su vida. Niños con nombres propios e historias sorprendentes a sus espaldas, una madurez que supera con creces su corta edad y una vida que, aunque desgraciadamente no existe a los ojos de la sociedad, nos debería hacer reflexionar sobre los hechos que en muchas ocasiones nos llevan a quejarnos de la nuestra.

Alegres corren a tu encuentro e imaginando que te has vuelto a perder te indican dónde está la Barraca de Foyer Don Bosco. Te acompañan e ilusionados se unen a otros niños que ya disfrutan de las actividades que les ofrecen los dos educadores nativos (Antoine y Benoit) que en ella trabajan. Un papel y una cera les hacen los más felices del mundo y presumen orgullosos de lo buenos que son jugando a un futbolín de madera, que en España tacharíamos de viejo o poca calidad, pero al que ellos le tienen un gran aprecio. Y es que por desgracia, no tienen un cuarto lleno de juguetes en su casa. Y no es que no tengan juguetes en su cuarto, es que por desgracia… no tienen casa. Pero nada les impide dejar de sonreír.

A media mañana, acompañado de Antoine, inicio una ruta por el mercado con el objetivo de buscar a estos niños, hablar con ellos, ver qué tal se encuentran, cómo han pasado la noche o si necesitan algún tipo de ayuda. Te marca para siempre lo que ves y te corroe la impotencia cuando alcanzas a comprender que son niños los protagonistas, no voluntarios, de esas situaciones. Tienen que ganar algunas monedillas, hoy también deben sobrevivir... Para ello, actividades de todo tipo en la que en la mayoría de las ocasiones, es la avaricia y egoísmo del ser humano la que se aprovechan del niño y le imponen el sacrificado trabajo que el adulto no quiere hacer para no ensuciarse y evitar lesionarse o cansarse. Tras un duro día, recibirán (en total) unos escasos 25 céntimos con los que poder comer un único plato de arroz, que aunque escaso no les hará perder una sonrisa, que siempre que puedan, no dudarán en regalarte. Saben lo que es la vida y nunca perderán su ilusión ella.


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"Tu vida sigue… pero la de ellos también"

​Entre todo esto, regreso a la Barraca. Nuevamente buscarán un hueco para venir, para reír y para sacar el mayor partido a la oportunidad que tienen de aprender. Todos los juegos les agradan, te agradecen cualquier detalle. Quieren que les enseñes y no dudan en mostrarte ilusionados todo lo que ya saben, sin saber que realmente… eres tú el que estás aprendiendo de todos ellos. Al fin y al cabo, cada uno de estos niños, ve en la barraca un pequeño aula donde (a pesar de estar inserta en medio de su lugar de trabajo)  por unas horas pueden volver a ser niños. Y sí… es duro tener que decir que, en esos momentos, los que vuelven a ser niños son solo personitas de entre 10 y 16 años.

Llegan las “12:30 heures” y se acaba la mañana… aunque el día aún te deparará grandes sorpresas y momentos que no dejarán de sorprenderte y de los que no debes dejar de aprender. Tu vida sigue… pero la de ellos también. No debes olvidarlo, porque cada detalle que les des lo agradecerán, aunque te gustaría saber si realmente ellos comprenden que el que de verdad le estás agradecido, eres tú.

Son muchos los caminos y muchas las oportunidades que día tras día nos regala la vida e igual de numerosas son las que no las sabemos aprovechar. Foyer Don Bosco te cambia y aunque en tu llegada creas que vas a enseñar… finalmente, lo que haces es aprender.

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